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W. E. RETANA

Lo cierto, lo positivo es que, en tanto que la juventud filipina se agitaba en Madrid y en las principales poblaciones del Archipiélago, buscando por todos los medios las reformas que ambicionaban los liberales, reducidas casi á la consecución de la Representación en Cortes, que ya Filipinas había tenido[1], Rizal se hallaba enfrascado en tareas literarias é históricas, principalmente en la de anotar un libro tan viejo como raro, estimadísimo de los bibliófilos, que lleva este frontis: Sucesos de las Islas Filipinas… por el Doctor Antonio de Morga. México, 1609; libro que nuevamente sacó á luz, con gran copia de notas, precedido de un extenso prólogo del Prof. Blumentritt, en París, á principio del año de 1890. Para anotar el texto de Morga, que transcribió del ejemplar existente en el British Museum, Rizal se vió precisado á estudiar detenidamente las principales obras que registra la Bibliografía de su país, y leyó con atención numerosos volúmenes vetustos, tales como la Relación de las Islas Filipinas, del P. Pedro Chirino (Roma, 1604); Conquista de las Malucas, de Bartolomé Leonardo de Argensola (Madrid, 1609); Memorial y Relación de Filipinas, por Hernando de los Rios Coronel (Madrid, 1621); Historia [de los frailes dominicos], por Fr. Diego Aduarte (Manila, 1640); Lavor evangélica (crónica de los jesuítas en Filipinas), por el P. F. Colín (Madrid, 1663); Conquistas de las Islas Filipinas (crónica agustiniana), por Fr. Gaspar de San Agustín (Madrid, 1698), etc., etc., sin contar algunos trabajos de autores extranjeros, como el Primo viaggio intorno al globo terracqueo, de Pigafetta, edición de Amoretti (Milano, 1800); la traducción inglesa


    cogió el dinero… y se lo entregó integro á una antigua amante suya, española, con quien había tenido un hijo… Y pobre, en la pobreza más absoluta, sorprendióle la muerte en Barcelona, el día 4 de Julio de 1896, cuando, desesperanzado de que el Gobierno español concediese á Filipinas algunas de las reformas ansiadas, disponiase á marchar al Japón, á trabajar allí en pro de las ideas anexionistas. España negaba á Filipinas lo que legalmente pretendían los filipinos ilustrados y liberales: preciso era, pues, buscar en otro país el apoyo que no hallaban en España. Nada más lógico, después de todo.
    Acerca de Marcelo H. del Pilar acaba de publicar un interesante estudio bio-bibliográfico, en la revista Plaridel, mi querido amigo D. Epifanio de los Santos; dicho estudio lo he visto reproducido en los diarios de Manila La Independencia y El Renacimiento (Enero de 1907).

  1. Filipinas tuvo diputados en las Cortes generales de 1810 á 1813. en las de 1813 á 1814, en las de 1820 á 1822 y en las de 1822 á 1823; en el Estamento de procuradores de 1834 á 1885, de 1835 á 1836 y en el de 1836; y los tuvo también nombrados para las Constituyentes de 1836 á 1837. La Constitución del 12 habíase hecho extensiva á Filipinas: de suerte que á últimos del siglo los filipinos tenían muchos menos derechos políticos que los que habían disfrutado desde 1813 hasta 1824. — Véanse en mi obra Aparato bibliográfico de la Historia general de Filipinas (Madrid, 1906) los números que abrazan los años últimamente citados