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W. E. RETANA

Pero apenas llegado, Rizal recibió numerosos anónimos y aun avisos verbales de amigos suyos, previniéndole; sus parientes también le previnieron. No se explicaban unos y otros que el autor del Noli me tángere pudiese vivir «impunemente» en Filipinas: entendían que el audaz escritor tagalo corría riesgo de que una mano mercenaria le asestase un golpe… Y ya fuese porque Rizal comunicase sus recelos á las autoridades, ya porque éstas, motu proprio, quisieran evitarlo, ello es que casi todo el tiempo que Rizal permaneció en su país tuvo con frecuencia a latere al teniente de la guardia civil D. José Taviel de Andrade. (Por cierto que ambos simpatizaron mucho, y se hicieron amicísimos.) En Manila paró poco; su corazón le impulsaba á Calamba, su pueblo, y los demás comarcanos, y en ellos estuvo casi todo el tiempo que duró su paso por la región tagala.

Una mañana, hallándose en Manila, fué á visitar á los padres jesuítas. «Se presentó el joven en el Ateneo Municipal á visitar al rector del mismo, Rdo. Padre Ramón[1], y á su antiguo maestro Rdo. P. Faura, quienes, conociendo más y mejor que por las noticias de Blumentritt[2], por los escritos del mismo Rizal, la mudanza de éste y los grandes estragos que en su alma había hecho la impiedad, trataron de reducirle al buen camino.

»Pero en vano; porque el desdichado, con obstinada frialdad, que dejó helados á sus amadísimos maestros, les manifestó, no sin grandes aunque afectadas protestas de españolismo, que era inútil toda discusión en materia religiosa, porque él había perdido ya el inestimable tesoro de la fe.

»Y entonces fué cuando recibió aquella seca repulsa del bondadoso Padre Faura, quien le dijo que, si en tal estado se hallaban las creencias de su espíritu, no pusiera más los pies en el Ateneo Municipal, porque los Padres rompían toda comunicación con él, y le aconsejaba que se alejara para siempre de Filipinas, pues temo, añadió, que usted ha de venir á parar en un cadalso. Mas también resultó estéril este supremo esfuerzo; y aquel corazón rebelde y obstinado permaneció yerto y endurecido por la soberbia, que, como en sus últimos momentos ha reconocido sin cesar, fué la causa de su perdición.

»Y salió del Ateneo para no volver ya más á entrar en aquel bendito recinto, donde tan apacibles y risueños transcurrieron los pri-


  1. El que fué director de la Academia de Ciencias filosófico-naturales de que Rizal habia sido secretario. Véanse las pags. 51-53.
  2. Blumentritt sostenía correspondencia científica con algunos jesuitas, entre ellos el célebre meteorólogo P. Federico Faura; era sinceramente católico, y debió de lamentarse de que un tan cariñoso amigo suyo como Rizal hubiera experimentado la mudanza á que se alude.