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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

de carros y caballos, del que era delegado por el contratista; y como aconteciese que los chicos de la calle se rieran de aquel pedazo de bárbaro, éste perdió la paciencia y «arrojó» el bastón á uno de los chicos, y lo derribó. «Por desgracia» pasaba D. Rafael por el lugar del suceso; y al ver lo ocurrido, dió un golpe al ex artillero, con tan mala fortuna, que el recaudador murió á consecuencia del golpe. El Sr. Ibarra fué á la cárcel. Sus amigos le abandonaron… Y murió de mala manera, en la prisión, el que tanto se había distinguido por su filantropía. ¿Por qué le abandonaron? Porque no oía misa («¡hereje!»); porque estaba subscripto á El Correo de Ultramar, de Madrid («¡filibustero!»), y porque tenía un hijo educándose en Europa («¡progresista!»)[1]


  1. No hay asomos de exageración. Tan es cierto esto que dice Rizal, que basta recordar cómo y por qué fueron condenados á presidio algunos conspicuos filipinos, en 1872, por suponérseles complicados en los sucesos del Arsenal de Cavite de aquel año. Uno de los cargos más formidables que se hicieron contra D. Antonio María Regidor fué el que se hallaron en un aparador de su casa, «llenos de polvo», veinte ejemplares de la obra La Cuestión colonial, de Labra. (Véase el folleto Instancia elevada á S. M. el Rey por D. Antonio María Regidor y redactada por D. Manuel Silvela: Madrid, 1872.) El Sr. Regidor purgó en Marianas tan espantoso delito.
    Otro que también purgó en presidio culpas parecidas, fué D. Máximo Paterno, de quien dice su defensor, el inolvidable D. Germán Gamazo: «No fué, sin embargo, D. Máximo Paterno detenido, ni siquiera procesado, en los momentos próximos, áanteriores ó posteriores á la sublevación [de Cavite]. Tranquilo y confiado en su propia inocencia, se dedicó públicamente al cuidado de sus negocios desde el día 21 de Enero en que la insurrección tuvo lugar, hasta el 20 de Febrero, que los agentes de la autoridad militar le sacaron de su casa para llevarle á la fortaleza de Santiago. Procesósele, no obstante esta confianza y tranquilidad suya, claros indicios de que no le asaltaba el menor remordimiento; y lo que es más triste, se le condenó. El habérsele ocupado un número de El Eco Filipino [periódico que en Madrid defendía los intereses del clero secular]; el haber contribuido con una cantidad relativamente pequeña á la fundación de El Correo de Ultramar… fueron al parecer los únicos motivos de la sentencia.» (Véase el folleto: Instancia elevada al Consejo Supremo de la Guerra por D. Máximo Paterno y redactada por don Germán Gamazo: Madrid, 1873).
    Otro que fué á presidio, el sacerdote D. Agustín Mendoza, complicado asimismo en lo de Cavite. ¿Motivos? Oígase á su obogado defensor, don Rafael María de Labra: «todos los cargos que al exponente se le han hecho en la acusación fiscal, pueden reducirse á dos: el primero, la propagación de un periódico clandestino titulado El Globo, del cual nadie ha presentado un solo ejemplar, y el segundo la provocación de reuniones secretas, de las que la policía ni persona algun da la menor noticia.» (Véase el folleto: Instancia elevada al Poder Ejecutivo por D. Agustín Mendoza y redactada por D. Rafael María de Labra: Madrid, 1873).
    En una palabra: todo filipino que en su país sustentase ideas liberales, pero sobre todo si esas ideas las tenía en su casa en libros ó en periódicos, era antiespañol, filibustero, etc.; y si se ofrecía una oportunidad, debía esta aprovecharse para que fuese á presidio.