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legítimo producto de la Naturaleza por el orden regular, porque carecía de la facultad natural de conservar mi vida, ya fuese por la agilidad, ya por la facilidad de trepar sobre un árbol o va por la facultad de minar la tierra para hacer madriguera donde esconderme como los concjos. Y habiendo observado mis dientes por largo rato, conjeturaron que era yo un animal carnicero.

Uno de los filósofos adelantó que era un embrión o puro aborto. Pero esta opinión fué rechazada por los otros dos que habían advertido que mis miembros eran perfectos y bien formados en su especie y que había vivido ya muchos años, como evidenciaba mi barba, examinada con auxilio de un microscopio. No quisieron declararme siquiera enano, porque mi pequeñez no tenia comparación, pues el enano favorito de la reina, que era el más pequeño que se había visto jamás en el reino, tenía cerca de treinta pies de altura. Por último, después de un gran debate convinieron unánimemente en que era un relplum scalcath, que, interpretado literalmente, quiere decir lusus naturae; decisión muy conforme a la filosofía moderna de Europa, cuyos profesores, dexdeñando el antiguo refugio de las causas ocultas, con cuyo favor los sectarios de Aristóteles tratan de paliar su ignorancia, han inventado esta maravillosa decisión de todas las dificultades de la física.; Admirable progreso de la ciencia humana!

Terminada que fué esta conclusión decisiva, se me permitió decir algunas palabras, y mirando al rey, protesté scriamente a Su Majestad que venía de un país donde mi especie vivía repartida en muchos millones de individuos de ambos sexos que los animales, árboles, y casas eran proporcionados a nu cuerpo, y que, por consiguiente, lograba allí la facultad de defenderne y alimentarme con todos los demás socorros y comodidades que podía disfrutar en