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ba del cajón para que tomase alimento y viese el país.

Pasamos cinco o scis ríos más anchos y profundos que el Nilo y el Ganges; apenas había arroyo que no fuese más caudaloso que el Támesis por el puente de Londres. Finalmente, tres semanas empleamos en el viaje, en cuyo tiempo me exhibieron en diez y ocho ciudades principales, sin contar otras muchas villas y casas de campo.

Elde octubre llegamos a la capital, llamada en su idioma Lorbruldrud o el Orgullo del universo. Mi amo tomó un cuarto en la calle más principal, no muy lejos del palacio real, y repartió prospectos, según costumbre, que contenían una descripción prodigiosa de mi persona y talento. Allí dispuso un salón de trescientos o cuatrocientos pies de anchura, donde colocó una mesa de sesenta pies de diámetro: sobre la cual debía hacer yo mi papel, y para que no me cayese la cercó de una empalizada. Se dió principio al espectáculo, que me hicieron repetir diez veces en cada día con grande admiración y gusto de todo el pueblo. Ya hablaba yo su idioma razonablemente, y entendía muy bien todo cuanto decían de mí también había aprendido su abecedario, y aunque con algún trabajo, podía leer y explicar un libro: pucs Glumdalclitch mo había dado algunas lecciones en casa de su padre y a las horas de descanso en nuestro viaje, a cuyo fin llevaba en su faltriquera un librito algo más grande que un atlas proporcionado a la juventud del país. Este era una especie de catecismo en compendio, del cual se servía para instruirme en las letras del abecedario y significación de los vocablos.