si esta casta prodigiosa de mortales será una nación lilliputiense en comparación de otra alguna que no hayamos descubierto todavía? Pero la confusión y susto que me poscían no daban entrada por entonces a estas reflexiones filosóficas.
- Acercándose uno de los segadores a cinco toesas del surco donde yo estaba acostado, temí que si daba otro paso más adelante me despachurrase con el pio o me dividiese el cuerpo con la hoz; esto me obligó a prorrumpir en exclamaciones lastimeras con todo el esfuerzo que me permitía el desmayo de que estaba poseídlo, luego que le vi dispuesto a levantar el pie.
Inmediatamente se detuvo el gigante, mirando alrededor de sí y hacia arriba hasta que me vió. Quedóse parado observándome con todo el cuidado de un hombre que pretende agarrar algún animalejo pernicioso sin riesgo de que le muerda o arañe, como yo lo he hecho muchas veces con las comadrejas en Inglaterra. Finalmente ya se determinó a agarrarme por la parte más gruesa de mi cuerpo, levantándome a toesa y media de sus ojos para examinar mejor mi figura. Conocí su intención, y me estuve quieto mientras me tenía en el aire a más de sesenta pies de distancia del suelo, no obstante que me apretaba cruelmente por temor de que me escurriese entre sus dedos. No me atreví a hacer más movimiento que para levantar los ojos al sol, poniendo las manos en forma de suplicante, y así hablé algunos palabras en tono muy humilde y lastimoso, conforme al estado en que me veía, temiendo a cada instante que se le antojase aplastarme, como nosotros solemos hacer con ciertos insectos fastidiosos para librarnos de ellos; pero habiéndole hecho gracia mi voz y gesto, principió a nijrarme con más curiosidad, muy admirado de oirme hablar, aunque no me entendía.
Sin embargo, yo no pude reprimir mis lamentos y lágrimas, y volviendo la cabeza procuraba darle a