Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/74

Esta página no ha sido corregida
— 73 —

stante hacia una parte donde la lluvia y el viento habían acamado la mies, y no pude pasar de alli, porque las cañas formaban un tejido tan fuerte que era absolutamente imposible romper por ellas, y las barbas de las espigas caidas cran tan duras y agudas, que me atravesaban el vestido y me herían la carne : a este tiempo oí a los segadores que apenas estaban ya a cincuenta toesas de mí. ¡Cuál fué mi pavor entonces! Totalmente desmayado, me dejé cacr entre dos surcos aguardando, para alivio de mi congoja, el término de mis dias, representándome a mi viuda desconsolada, mis hijos huérfanos, y todos llorando mi locura de haber emprendido este segundo viaje contra el consejo de mis parientes y amigos.

En medio de una agitación tan terrible, no podía apartar de mi pensamiento el país de Lilliput, cuyos habitantes ue habían mirado como al inayor prodigio que se había visto en el mundo: adonde yo había sido capaz de arrastrar uma flota entera con una sola ntano, y de hacer otras hazañas ecuya memoria será eternamente conservada en las crónicas de aquel Imperio a pesar de los incrédulos de la posteridad, que no cederán sin pena al testimonio de una nación entera. La reflexión de parecer a la vista de esta gente un ente tan miserable como un lilliputiense entre nosotros, no era lo que menos me mortificaba; mas, al fin, tampoco constituía la mayor de mis desdichas, porque comúnmente se nota que las criaturas humahas son más o menos salvajes y crueles a proporción de su talla pero de esta consideración, ¿qué podía yo esperar ruás que venir a ser bien pronto un bocado de carne en la boca del primero de aquellos bárbaros enormes que me agarrase? A la verdad, los filósofos tienen razón cuando nos dicen que no hay nada grande ni pequeño sino por comparación. Acaso los lilliputienses hallarán un día otra nación más pequeña a su respecto que ellos lo eran al mío. ¿Y quién sabe -