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parte del mundo estábamos. Sin embargo, no nos faltaban víveres, el navío no hacía agua, y nuestra tripulación gozaba buena salud; pero nos hallábamos reducidos a una extremada penuria de agua dulce. En este estado tuvimos por más conveniente contimar el mismo rumbo que volver al Norte, por no caer en las partes de la Gran Tartaria, que son las más próximas al Noroeste, y en el Mar del Ilielo.

El 16 de junio de 1708 un grumeto descubrió tierra desde la altura del papagayo: el 17 vimos ya claramente una grande isla o continente (pues no supimos distinguirlo), y a su costado derecho había una pequeña lengua de tierra que se adelantaba en el mar y una corta bahía demasiado somera para que un navío de más de cien toneladas pudiese entrar en ella. Anclamos a distancia de una legua de la bahía, y nuestro capitán envió doce hombres de su tripulación, bien armados, en la chalupa, llevando a prevención algunas vasijas por si encontraban agua. Yo le pedi permiso para ir con ellos a ver el país y hacer las descubiertas que pudiese. Pero cuando hubimos tomado tierra no vimos ni río, ni fuente, ni vestigio do habitantes; lo que obligó a nuestra gente a costear la ribera para buscar agua fresca a la orilla del uar. Entretanto yo me paseaba solo, y, penetrando casi una milla tierra adentro, no encontré otra cosa que un país estéril cubierto de rocas. Ya principiaba a cansarme, y no viendo nada que pudiese satisfacer mi curiosidad, me volvia poco a poco hacia la pequeña bahía, a tiempo que vi a nuestra gente sobre la chalupa, que sólo trataba de salvar sus vidas a fuerza de remos, perseguidos por un hombre tan gigantesco, que, metido en el mar, apenas le llegaba el agua a las rodillas, y daba unos pasos descomedidos: pero ellos habían tomado media legua de ventaja, y estando en aquel sitio el mar lleno de rocas, el gigante no pudo alcanzar la chalupa. Yo eché a correr cuanto