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cial, según advirtió nuestro capitán por cierto cálculo que hizo el segundo día de mayo en que cesó el viento. Era hombre muy experimentado en la navegación de aquellos mares, y habiéndonos prevenido que nos dispusiéramos para una horrible tempestad al día siguiente, sucedió como lo había pronosticado. Comenzó a soplar un viento Sud, que llamainos monzón, y temiéndonos que fuese en aumento, recogimos la vela del bauprés, y nos preparamos para la mesana, que fué preciso recoger también, y amarrar los cañones porque la tempestad iba tomando fuerza. El buque estaba al través, y en esta situación tuvimos por el mejor partido caminar viento en popa. Remachamos la mesana y guarnecimos las escotas, el timón estaba hacia el viento, y el navio se gobernaba bien. Echamos fuera la vela mayor; pero muy pronto la desgarró el temporal. Después amiamos la entena mayor para desarmarla, y cortamos todos los cordajes y la llave que la mantenían; sacamos los brazos al timón, y ayudamos al timonero que no podía gobernarlo solo. No queriamos arriar el mástil de gavia mayor, porque el buque iba mejor con las olas, y estábamos persuadidos de que caminaba más seguro con el mástil levantado. Viéndonos bastante enmarados después de la tempestad, echamos fuera la mesana y la vela mayor, y nos inclinamos un poco contra el viento, volviendo a colocar el arterón, y también los masteleros de la gran gavia y de la menor. Nuestro rumbo era Este-Nordeste: el viento Sudoeste. Amarramos a estribor, y desamarramos el brazo del lado del viento armamos las bolinas y pusimos el navío todo lo que se pudo hacia el viento trabajando todas las velas. Mientras duró la borrasca, que fué seguida de un viento impetuoso de O. S. E., fuimos impelidos, según mi cálculo, cerca de quinientas leguas hacia el Oriente; de suerte que el más antiguo y experto de los marineros no supo decirnos en qué