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lliams, que informó muy bien de mí al capitán, el cual me hizo buen acogimiento y ne suplicó le dijese de dónde venía y adónde iba. Yo le hice mi relación en pocas palabras; mas con todo llegó a sospechar que el cansancio y los peligros en que me había visto nie tenían trastornada la cabeza, hasta que viéndome sacar de la faltriquera todos mis ganados, se desengañó y quedó más aturdido. También le mostré las monedas de oro que me había dado el rey de Blefuscu con su retrato entero, y otras muchas rarezas de aquel país. Le regalé dos bolsillos con sus cuatrocientos spruggs, y le ofrecí a nuestro arribo en Inglaterra regalarle igualmente una vaca y una oveja preñadas.

Omitiré los pormenores de nuestro viaje por evitar fastidio basta decir que llegamos a las Dunas elde abril de. Sólo tuve una desgracia, y fué que los ratones del navio me robaron una oveja. Desembarqué el resto de mis ganados sin avería, y los eché a pacer en un jardín del juego de bolas de Greenwick. No hubiera llegado ninguno vivo durante una travesía tan larga, a no ser por el capitán, quo me surtia de bizcocho para alimentarlos, y lo comfan muy bien hecho polvo y mezclado con agua.

En el tiempo que paré en Inglaterra saqué mucha utilidad de enseñar mis animialillos a diferentes personas de calidad, y también al pueblo antes de salir a mi segundo viaje, los vendí en sciscientas libras esterlinas. P'ero a mi regreso ya no encontré ni rastro de ellos, cuando yo creía que se hubiese multiplicado abundantemente la especie, sobre todo los carneros, y que hubiese producido muchas ventajas a nuestras manufacturas de lana por la finura de sus vellones.

Apenas estuve dos meses con mi mujer y mi familia; el insaciable deseo de ver países extranjeros no me permitió continuar más tiempo en aquella vida sedentaria. Instalé a mi familia en una buena casa