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despacharme. Quinientos trabajadores fueron destinados a hacer dos velas para mi chalupa de los lienzos más fuertes que se encontraron, doblados trece veces y acolchados después: yo era el director, y entre tanto fabricaba cuerdas y cables uniendo diez, veinte o treinta de los más gruesos que ellos tenían. Una gran piedra que por fortuna encontré al pie de la ribera, después de una larga pesquisa, me sirvió de ancla y acopiando el sebo de trescientos bueyes pude curenar ini embarcación y surtirme para otros usos. No me costó menos fatigas el corte de maderas para remos, y árboles, escogiendo las vigas mayores de sus bosques; bien que me ayudaron los carpinteros de los arsenales reales.

Al cabo de un mes, poco menos, cuando estavo todo dispuesto, fuí a despedirme de Su Majestad y recibir sus órdenes. Salió de palacio con toda la real familia para concederme el honor de besar sus manos, que con efecto logré en iguales circunstancias que otras veces, y por último ne regaló el rey cincuenta bolsillos con doscientos spruggs[1] cada uno, grabado su retrato de cuerpo entero. Tomélos con avidez, y los puse dentro de un guante para que no se mo perdieran.

Cargué mi chalupa con cien bueyes, trescientos carneros, pan y bebida a proporción, y una cierta porción de carne cocida en tal cantidad que cuatrocientos cocineros se habían empleado en prepararla. También recogí seis vacas, y dos toros vivos, y otras tanlas cabezas de ovejas, y moruecos, con la idea de llevarlos a mi país para que procreasen, y me previne de heno y trigo. No me hubiera costado mucho trabajo llevarme igualmente media docena de gente del pais pero el rey no lo permitió, y además de un exactísimo registro de mis faltriqueras, Su Majestad me


  1. Moneda del pais.
Gulliver.—5