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declarado reo de altísima traición. A esto añadió que para conservar la paz y buena amistad entre los dos Imperios, esperaba su señor que, en caso de inobediencia, me enviasen atado de pies y manos para ser castigado como alevoso.

El rey de Blefuscu, habiéndose tomado tres días para deliberar sobre este asunto, le dió una respuesta tan cortés como discreta; a saber, que aunque le había robado su flota, me era deudor de muchos buenos oficios con relación al iratado de paz; que bien conocía el emperador de Lilliput que era imposible llevarme atado además, que tanto el uno como el otro quedarían muy pronto libres de ní, porque se estaba reparando con mi ayuda e instrucciones un maravilloso navío que había hallado sobre la ribera, capaz de transportarme a cualquier parte, y que antes de muchos días libraria yo mismo a los dos Imperios de una carga tan pesada.

Con esta respuesta se retiró el diputado, y después me refirió el rey de Blefuscu todo el caso, ofreciéndone al mismo tiempo (confidencialmente y con toda reserva) su graciosa protección si quería quedarme en su servicio. Aunque no dudase yo de toda la buena fe de la proposición, estaba resuelto ver a encontrarme con príncipe ninguno, ni sus ruinistros, en escapando de aquélla; por cuya razónhabiendo manifestado a Su Majestad mi justo agradecimiento a favor de sus intenciones, le supliqué humildemente me diese su licencia para retirarme, puesto que mi mala o buena fortuna me ofrecía aquel barco en que debía abandonarme al Océano, primero que exponer a un rompimiento a dos soberanos tan poderosos. Advertí que no se ofendió de mi discursoni la determinación fué mal recibida de la mayor parte de sus ministros.

Estas consideraciones me empeñaron a acelerar mi viaje, y la corte, que lo deseaba, se apresuró a