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rías escabrosas de la dialéctica, que no conducen más a saber razonar que a saber bailar. Su filosofía consiste en establecer principios ciertos que guíen el espíritu a saber preferir la fortuna nioderada de un hombre honrado a las riquezas y faustos de un asentista; y las victorias ganadas sobre las pasiones a las de un conquistador. Los enseña a vivir sin regalo apartándolos siempre de todo aquello que acostumbra los sentidos al deleite, y opriine el alma a la dependencia del cuerpo, debilitando su libertad. En todo les representa la virtud como una cosa fácil y agradable.

Sus exhortaciones se dirigen a la buena elección de estado de vida, persuadiéndoles a que abracen el que mejor les convenga, atendiendo primero a las facultades de su alma que a la fortuna de sus pa dres de suerte que el hijo de un labrador llega tal vez a primer ministro, mientras que el de un cabaIlero no pasa de mercader.

La física y las matemáticas no las estiman sino en cuanto miran a las ventajas de la vida y al progreso de las artes útiles. Por lo general no conciben gran pesadumbre de no conocer todas las partes del mundo, tienen por mayor ignorancia gozar de la Naturaleza sin examinarla que el no saber discurrir sobre el orden y movimiento de los cuerpos físicos. Respecto a la metafísica, la miran como un manantial de visiones y quimoras.

Aborrecen la afectación en el lenguaje y lo que llaman precioso estilo, bien sea en prosa o en verso, y juzgan que es tan impertinente querer distinguirse por la verbosidad como por el vestido. Al autor que deja el estilo claro, puro y serio por emplear un lenguaje retumbante e hidrópico de metáforas escogidas y fastidiosas, le silban y apedrcan en la calle como si fuera una máscara de carnaval.

Allí se cultiva el cuerpo y el alma igualmente por-