bre pueblo se afanaba con la mayor diligencia a llevar agua, el fuego iba tomando fuerza, y sin duda hubiera reducido a cenizas un palacio tan magnífico, si por una presencia de ánimo poco ordinaria no me ocurre de pronto un arbitrio famoso. La tarde anterior había bebido bastante porción de un vino blanco llamado glimigrin que produce una provincia de Blefuseu, y es en extremo diurético. Fué tal el efecto, y supe dirigirle con tanta destreza y felicidad hacia los parajes de mayor riesgo, que en tres minutos quedó apagado el incendio, y el resto de aquel soberbio edificio, que había costado inmensas sumas, libre de un enemigo tan fatal.
Yo tenía mis desconfianzas de que el emperador me agradeciese completamente este servicio, porque, según las leyes fundamentales del Imperio, ora un crimen capital y abominable hacer aguas en todo el recinto del palacio imperial; pero salí del cuidado luego que supe que Su Majestad había dado orden al juez mayor para que me expidiese carta de indulto. No obstante, después me informaron que la emperatriz, habiendo concebido el mayor horror de mi desacato, se había retirado a lo más interior del palacio con firme resolución de no volver jamás a entrar en unas habitaciones atrevidamente profanadas por acción tan impúdica y grosera.
VI
Aunque tenga la intención de reservar la descripción de este Imperio para un tratado particular, me creo no obstanto obligado a dar aquí al lector alguna idea general. Como la estatura ordinaria de los habitantes de aquel país es de seis pulgadas escasas, a