Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/381

Esta página no ha sido corregida
— 380 —

el perdón. Dedicaré el resto de mis días a la penitencia.

Al rayar el alba descubrí el cuerpo de Morrice tendido en un extremo de la chalupa, cosido a puñaladas. Su vista renovó mi dolor. Quitámosle sus vestidos, y. después de haberle bañado con nuestras lágrimas, le arrojamos al mar.

A este tiempo se levantó un viento fresco que nos impelió hacia la costa; mas nada podía infundirme alegría en la situación en que me hallaba. Envidiaba la suerto de Morrice. Una vida como la mía, conservada a tanta costa, no me parecía digna de grande aprecio. Se me figuraba que hubiera sido mejor haber vivido entre bestias feroces que no entre los hombres, pues por lo menos no se matan las unas a las otras, sino cuando el hambre las obliga. ¡Qué pesadumbre no concebía de haber dejado a Sevarambia, donde sabia muy bien que el rey me hubiera permitido acabar mis días!

Entre estas tristes reflexiones, llegamos a la costa, la cual reconocimos guarnecida de rocas; y habiendo costeado toda la mañana, no vimos habitante alguno.

Percibimos un navío a dos leguas de nosotros. Withers me suplicó que no le acusase y le di palabra si prometía ser en adelante hombre de bien.

-Ya os lo prometí-me respondió-cuando no tenía nada que temer; si olvidare mi promesa o cesare de detestar mi crimen, consiento que me entreguéis a la justicia.

Ibamos acercándonos al navío, que reconocimos ser francés, y a nuestra señal de angustia bajó sus velas para que pudiésemos abordar. El capitán nos recibió con mucha humanidad, habiéndole contado la perfidia de De Nuit, en la suposición de que sólo Withers me había acompañado en mi infortunio.

El buque era malvino. venía de Sián, se llamaba la Maligna, y el capitán Saint-André. A consecuen-