Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/380

Esta página no ha sido corregida
— 379 —

labras a las manos, la sevaramba aprovechó la ocasión de arrojarse al mar, donde se ahogó en un momento.

Entretanto los dos malvados continuaban riñendo, sin reparar en lo sucedido, hasta que, empujándose el uno al otro, cayeron ambos en el mar, y Sturmny, que no sabía nadar, se ahogó también.

Withers pudo recobrar la chalupa, y, sentándose en ella, quedó suspenso por algún tiempo. Como no respiraba ni se movía, le tuve por muerto, y le llamé para asegurarme. Respondióme con una voz apagada : ¡Ay! mi general, soy un infame: no hay reposo para un perverso; os he sido traidor y a mi conciencia.

Se llegó a mí para desatarme, y apenas podía, porque la noche era tan obscura que no se distingula nada.

Entonces me contó que Sturmy y él no nos habían seguido por otra cosa que por la mujer de Morríce, sin saber el uno la intención del otro hasta la Isla infortunada, donde se habían comunicado su designio.

Que el temor de la muerte siempre amenazándonos, había ahogado por algún tiempo su pasión, pero que la vista de tierra había vuelto a encenderla. Que habían resuelto de conformidad la muerte de Morrice, y que a mí me hubiera sucedido lo mismo a no ser por él, que consiguió que sólo me atasen para que no me opusiese a sus criminales intenciones.

-Veo que vais a representarme todo el horror de este delito-agregó;-os ruego que lo excuséis. Las acusaciones de mi conciencia son otros tantos verdugos que me desgarran. Daría un mundo entero por rescatar las cuatro horas que acaban de pasar. Entretanto, si un arrepentimiento doloroso y sincero puede borrar este atentado, estoy seguro de conseguir