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»Vuelvo a exhortaros a que os recobréis un poco de vuestra sorpresa. He conocido dos o tres mujeres en la misma situación, que han sobrevivido a su aflicción y a más de un marido. El dolor se asemeja al amor cuanto más violento menos dura. Pero mi carta os cansa, señora. Concluyo aconsejándoos que me olvidéis, como yo trataré de hacer mientras sea » FEDERICO VANT NORT.D »Antes de llegar a la mitad de la carta caí desvanecida y mi fiel compañera me ha contado después que estuve algunas horas sin dar la menor señal de vida. Al fin volví en mí, si puede llamarse volver en si el estado de despecho en que entonces me ballaba.

La execrable ingratitud con que mi ternura era pagada ocupaba solamente mi espíritu. La muerte me parecía el único remedio de mis males; y hubiera querido en aquellos instantes que el que nos había conducido a bordo ne la diese. Pero, lejos de esto, sin olvidar nada, todo le parecía poco para mi consuclo diciéndome que el tiempo niitigaría mi pena; que él había contribuído a mi desdicha sin conocerme, ni saber siquiera de lo que se trataba que compadecía mi triste suerte; que acaso el Ciclo sería un día favorable a mi inocencia, y que aquel cuya pérdida lloraba no era digno de mis lágrimas. La compasión y el amor le hacían hablar de esta manera, sin que él lo advirtiera ni yo pusiese cuidado. La perfidia de Vant Nort me representaba su sexo insoportable.

Detestaba la credulidad con que me había rendido a sus engañosas protestas de amor, y me pesaba no haber sido devorada por el cocodrilo, de cuyas fauces me había arrebatado.

»Finalmente, mis penas agobiaron mi constancia, y caí enferma en la isla de Java, donde los vientos contrarios nos detuvieron siete meses cabales. Jamás