Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/364

Esta página no ha sido corregida
— 363 —

»Al día siguiente, así que pude substraerme de mi familia, acudí a la consabida casa, donde encontré, no a mi inarido, sino una carta suya que abrí temblando. En ella me manifestaba que su padre, indignado de la propuesta de nuestro matrimonio, le había obligado a embarcarse en un navío que salía para Holanda, sin darle tiempo de decir adiós a nadie que sin embargo había podido hablar a un oficial, que se encargaba de entregarme aquella carta.

Que si le amaba cuanto debía para partir con él su fortuna, el mismo oficial me proporcionaría vestidos de hombre con que no fuese conocida, y me conduciria al navío. Ultimamente, que me rogaba, en este caso, que estuviese dispuesta para la tarde siguiente y que fuese sola.

»>El dolor de que me dejé poseer al leer esta carta es inexplicable. En medio de todo mi cariño no podía menos de determinarine a la huída, sin otro recelo que el de ser descubierta. Volví a la casa de mi padre y recogí una gran porción de pedrería que había heredado por muerte de mi madre y la di a guardar a la criada de mi confianza. Al día siguiente fuimos juntas a la casa de nuestras citas, y entonces la descubrí mis intenciones. Mas ella me protestó que si no la permitía acompañarme, no me dejaría salir, dando parte a mi padre. Yo la hubiera llevado gustosa conmigo, porque nos queriamos desde nuestra niñez, siempre que hubiera tenido vestidos con que disfrazarla y que el oficial hubiese accedido. Al fin, ella supo persuadirle con ruegos: nos vestimos, y con los ojos bañados en lágrimas partimos al navío, a cuyo bordo llegamos al concluir la noche, llevándonos inmediatamente el oficial a la bodega.

Hacía ya algún tiempo que estábamos allí y yo principiaba a desconfiar por no ver a mi marido, cuan-