Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/355

Esta página no ha sido corregida
— 354 —

como yo la amo. En vano he buscado en la filosofía recursos contra las impresiones del amor; él ha triunfado de la razón.

Una declaración semejante no podía menos de sorprenderme, visto que no había entre nuestras mujeres ninguna cuya hermosura igualase a la de las sevarambas o sporundanas. Pero ¡qué hay que alegar contra el amor, ni qué fealdad no hace un hechizo cuando se empeña en ello! Pregunté a Sermodas cuál era la dichosa mortal que le había encantado.

- -La dama de Morrice-me respondió ;-no siendo ella no me hubiera atrevido a daros parte de mis sentimientos. Pues ama a otra, ¿qué le importa que yo le suceda en la que deja? No creo se oponga a una cosa que fundará mi fortuna sin turbar la suva.

Por lo que hace a lo demás, os protesto que jamás le he descubierto mi corazón, y que hubiera querido antes morir que hablar de esto si la mudanza de Morrice no autorizara mi conducta. Habladle vos en mi favor, asegurando que mis miras hacia su compañera son todas honrosas y que abandonaré a un olvido eterno lo que ha pasado entre él y ella.

Era una de aquellas damas que venían en nuestra compañía, a cuya hermosura me incliné en un principio; pero después no me volví a acordar de ella en ninguna manera. Entonces se me representó de nuevo, y principié a temer respecto a Sermodas o que no le pudiese arnar o que no quisiese vivir en Sporunda, y aun también que Morrice no quisiese acaso dar a su esposa sevaramba una compañera europea. Compadecí a Sermodas en mí mismo al verle enamorado, y de una europea; un hombre cuya terneza hubieran merecido mejor mil sporundanas, dispulándosela tal vez. Otra circunstancia que me interesaba no menos en su favor, fuera de sus bellas prendas y las infinitas obligaciones que todos le debíamos, era la inocencia y pureza de su pasión. Cualquiera empresa hubiera T