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i #con Malimna a una ciudad donde estaría en su mano el poder vivir desconocidos y tranquilos.

»Zirico y Malimna le mostraron su agradecimiento, quedando convenidos en que irían a buscarle a la embocadura del río Rocara, donde los esperaría un navío. Por desgracia, no se encontró bajel que los llevase a bordo, lo cual les alarmó cuanto es imaginable, fuera de que por lado ninguno descubrían el navío que se les había ofrecido. El demonio les dijo que no había en aquel paraje suficiente agua para un navio : que si se fiaban de él los llevaría sobre sus hombros, primero al uno y después al otro. Se querían demasiado para oponer dificultades. El demonio tomó a Malimna primeramente y muy presto se dejó ver en medio del río, donde sumergió su presa poniéndola el pie sobre la garganta hasta que acabó de expirar.

No hay palabras para explicar la desesperación de Zirico cuando oyó los clamores de su amada y vió la bárbara satisfacción con que se lisonjeaba el espíritu maligno de haberse así burlado de su credulidad. Aunque no sabía nadar, se arrojó al agua para salvar a su amada Malimna, si posible era pero había muerto ya, y en este estado la sacó a la ribera. Los amigos de uno y otro, que habían sospechado su designio y llegaron al mismo tiempo, por más que hacían, en vano miraban de consolarle. Les refiere la historia de sus deplorables amores, se pasa el pecho con un cuchillo y cae muerto sobre el cuerpo de su dama.

»Para conservar la memoria de tan tiernos y desdichados amantes, los ciudadanos de Butino erigieron las dos estatuas que habéis visto y las coronan de flores el día aniversario de su muerte. Esto era lo que estaban haciendo cuando aquí llegamos, y lo que habéis tenido por señal de un culto idólatra. Pero ya es hora de comer-añadió,-y el rey está en la mesa. D Habiendo entrado en la sala, vimos una rata blan-