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nos dejó en un balcón de mármol que miraba al campo, rogándonos que le esperásemos. Volvió sobre la marcha con un globo de cristal, según me pareció, lleno de muchas concavidades, probablemente hechas con alguna mira.

-Señor, he adivinado-me dijo-lo que queréis de mí: mirad, pucs, si gustáis uno de estos huecos, que tal vez encontraréis con que satisfacer vuestra curiosidad.

En efecto, parecióme descubrir en él una infinidad de hermosos pájaros de diversas especies, pero inmóviles y como muertos; cuando, estando considerando con placer la hermosura y variedad de sus plumas, el filósofo les restituyó la vida ingeniosamente y su armonioso gorjeo me penetró en los oídos. Entretanto otros pájaros que estaban posados en los árboles inmediatos, vinieron por orden suya al balcón y les mandó que bailasen a su modo, cosa que hicieron luego con una docilidad y destreza que pasmaban igualmente.

Tomó en seguida un figura humana de cera y pronunció estas palabras: Bromalok ki kostrabak abrolakur, Brourabus Brinskiha Brobaro bircabuk. Al instante aparecieron en el prado una turba de hombresy mujeres que, quitándose sus vestidos, principiaron a bailar delante de nosotros, sin que nada pudiese detenerlos, mientras que la estatua estaba en el aire.

Yo no sabía qué admirar más, si la gallardía de sus cuerpos y la ligereza de sus movimientos, o la mo destia de sus rostros. Nada de impureza ni lascivia en sus acciones; y así ni aun ellos mismos se acordaban de que estaban desnudos, hasta que, retirando el filósofo la estatua, echaron a correr con presteza, sumamente avergonzados de que unos extranjeros los hubiesen visto, no obstante que en nada se hubiesen excedido.

GULLIVER.