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conocer sus deberes como a amarlos. Cada sevarambo hace un donativo proporcionado a sus facultades para el sostenimiento de estas útiles casas, y el sobrante, que siempre es considerable, se destina a fines piadosos o a las necesidades de los sacerdotes.

»Tenemos libros compuestos por nuestro gran legislador, que nos guían hasta en las más pequeñas acciones de la vida, y a los cuales debemos casi enteramente la virtud. de que hacemos profesión.

- »Tal es la armonía que reina entre nosotros, que casi nunca experimentamos el menor de los males que tan frecuentemente produce la discordia en Europa y en las demás partes del mundo.

»En cuanto a aquellos de nuestra raza que, por haberse extraviado del camino de la virtud, viven en un triste destierro, una resignación respetuosa y un arrepentimiento sincero los volverán a los derechos de su inocencia. Sólo sí será menester que pasen por fuegos purificadores, que están en la región media del aire y de que aun nosotros mismos no estamos exentos. Pero en vez de que estas llamas son para los hombres inocentes como un baño refrigerante y delicioso, serán para aquellos de quienes estoy hablando un paso doloroso, y hasta que su malicia sea consumida en ellas no podrán llegar al Cielo.

Mientras nos refería estas cosas el sacerdote Ziribabdas, le llevaron el cuerpo de un sevarambo, suplicándole le tributase los honores fúnebres. Con este motivo nos dejó para ir a abrir la casa de los muertos que descansaban en cofres fabricados de marfil y oro ; y yo me alegré de tener la ocasión de ver el entierro de un sevarambo.

Iban detrás cerca de mil personas sin contar los amigos y parientes del difunto, que estaban a la puer ta del templo. Uno de estos últimos se puso delante del cuerpo, y dirigió esto discurso a Ziribabdas: --Santo padre, te traemos los restos de nuestro