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los teníamos de diversas especies, pero que no llegaban a los de los sevarambos, porque carecían de su sencillez y de su inocencia. De allí pasamos a las materias físicas, según costumbre común entre ellos y los griegos; las tratamos en latín, y en un asunto me hablaron en tales términos que quedé convencido de que nos llevaban en esto tantas ventajas como en su virtud. Tras la comida, Zidi-Parabas nos presentó al rey, sentado en su trono con Tarida su esposa a la mano derecha, y los príncipes sus hijos a la izquierda. La conversación fué toda en español, porque la reina hablaba esta lengua y la amaba mucho.

Esta princesa nos despidió cargados de magníficos presentes.

www El resto de la tarde la empleamos en ver las particularidades de la ciudad, sus edificios, sus templos y sus salas públicas. El tribunal de justicia estaba enlosado con piedras transparentes de una hermosura singular, y a los dos lados se extendían las celdas o prisiones de los abogados, que bien pueden llamarse así, pues no permiten a sus jurisconsultos salir por la ciudad porque no inspiren a los habitantes su espíritu de discordia. Así que nos descubrieron estos caballeros hicieron alrededor de nosotros un círculo, que con la misma prontitud se deshizo luego que les dijimos que sólo la curiosidad era la que nos llevaba allí.

Vimos subir el juez a su silla al son de trompetas, y en seguida entró un grupo de sevarambos, que conducían a un hombre y una mujer convictos de haber degenerado de la virtud de sus antepasados por un comercio criminal. Ambos tenían sobre su frente y la nariz gruesas excrecencias carnosas que probaban el delito, como efecto de él, según Sermodas nos había informado. Tras ellos comparecieron no sé cuántos abogados, alguaciles y acusadores, que ejercieron sus oficios respecto a los delincuentes. Este P