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tenga desocupadas prestará su socorro a nuestros obreros, ayudándoles a subir ciertas piedras de mucha magnitud para concluir las paredes de nuestro gran parque y edificios imperiales.

»8.° Luego que el hombre montaña haya hecho el juramento solemne de observar todos los artículos aquí contenidos, gozará para su sustento de la ración díaria que correspondería a mil ochocientos setenta y cuatro hombres de nuestros súbditos, con acceso libre cerca de nuestra persona imperial, y otras muestras de nuestro favor. Dado en nuestro palacio de Belfaborac el día doce de la luna noventa y una de nuestro reinado.»

Juré y firmé todos estos artículos con suma complacencia, aunque algunos de ellos no me eran tan honrosos como yo quisiera: éste fué el efecto de la malicia del almirante mayor Skyresh Bolgolam. Quitáronme las cadenas, y quedé libre. El emperador me hizo el honor de asistir personalmente a la ceremonia de mi soltura. Di a Su Majestad las más humildes gracias arrodillado a sus pies; pero al instante me hizo levantar en términos los más generosos.

El lector ha podido observar que en el último artículo del decreto de mi libertad se conformaba ei emperador con que se me diese toda la porción de vianda y bebida capaz de alimentar a mil ochocientos setenta y cuatro liliputienses; pasado algún tiempo, tuve la curiosidad de preguntar a un cortesano íntimo amigo mío por qué me habían señalado esta cantidad tan determinada, y me respondió que los matemáticos de Su Majestad habían tomado la altura de mi cuerpo por medio de un cuarto de circulo, y habiendo computado el grosor, hallaron que correspondía a mil ochocientos setenta y cuatro de ellos, calculando de aquí, atendida la similidesidencia de su cuerpo, que debía tener un apetito mil ochocientas setenta y cuatro veces mayor que el suyo. Este detalle bas-