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gozaban de una juventud eterna: fruto de la simplicidad de sus costumbres y de la bondad del aire.

No se limitaron a esto sus pruebas de civilidad para con nosotros. Aquella misma tarde nos cumplimentó el rey por medio de Sermodas, y le mandó que al día siguiente nos llevase a su audiencia, diciéndole con mucho interés que la hora tardaría a micdida de sus deseos. Esta moderación me dió ocasión de suplicar a Sermodas me describiese a aquel príncipe y sus Estados, lo cual desempeñó de la manera siguiente: -Ya sabéis que nuestro sabio y poderoso rey desciende por línea recta de nuestro legislador; falta añadir que ha sucedido a siete mil quinientos nueve reyes, sus abuelos: su reino se compone de sesenta y cinco provincias cercadas por el río que habemos atravesado, y gobernadas por cuatro virreyes, que se eligen de tres en tres años entre aquellos magistrados que por su sabiduria y virtud se distinguen de los demás.

»Pero hay todavia de la otra parte del río otros principados que dependen de los sevarambos. T'al es el de Sporunda, el único que se gobierna por sus leyes propias, en que se encuentra algún vestigio de su inocencia; pero los habitantes de los demás están privados para siempre del derecho de pasar el río.

»Cerca de allí está la provincia de los Trapacistas, gobernada por Marabo, o Astucia infernal. Sus habitantes jamás viven en paz. Artificios, conjuraciones, mentiras, engaños, injusticias, no piensan en otra cosa. Su única ocupación es arruinarse los unos a los otros. Tan sólo una vez se reunieron y fué para apoderarse de la provincia de los Avaros, que habían hecho muchas mutaciones ventajosas. La empresa se logró, y conservan la conquista, de manera que sus primeros habitantes viven hoy en un país escabroso y estéril.