Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/301

Esta página no ha sido corregida
— 300 —

guntas relativas a nuestra salud, se despidieron con muchos cumplimientos, satisfechos de que no llevábamos la peste. Mis compañeros se retiraron a sus respectivos cuartos, que eran unas celdillas al modo de las de las monjas, y yo al mío, donde pasé muy bien la noche. Por la mañana volvió a sonar la campanita consabida, y quedándome solo, un rato después entró Cashida a decirme que era hora de levantarse, mientras que Bonascar hacía la misma diligencia con los demás. Al instante que me vestí, pasé a la sala en que me esperaban los compañeros para desayunarnos, después de lo cual salimos a ver las fábricas públicas, donde se empleaban hombres y mujeres con utilidad.

»Seguíamos este método de vida esperando el mensajero enviado a Sevarinda, cuyo regreso se verificó a pocos días con la orden de que nos condujesen a la capital de los sevarambos.

»Hasta aquí yo había estado como pasmado, sin facultad para reflexionar sobre mí mismo, ni sobre nuestros negocios. Ya principié a arrepentirme de haber ocultado la verdad por tanto tiempo, sin declarar nada de nuestra historia; sólo una cosa me consolaba y cra el conocer la prudencia de los sporundanos, quienes no podían ignorar la fragilidad de la naturaleza humana. Esto me determinó a buscar a Ser modas y hacerle una relación sincera de nuestros sucesos, suplicándole que perdonase la reserva que habia guardado. Pocos hombres se parecen a los sporundanos, le dije; por lo común, todo se encuentra en nosotros, mala fe, injusticia, inhumanidad. Toda vuestra bondad no bastaba para curar mis sospechas, porque ordinariamente la bondad entre nosotros no es más que una pérfida apariencia para seducir a aquellos a quienes la sencillez de sus costumbres ha inspirado la credulidad. Mas, al fin, me reconozco