sentimiento, y desde aquel mismo día hice para mi una tienda de alguna más ostentación que las otras, en medio de nuestra pequeña población.
Al día siguiente junté el Consejo para nombrar mis oficiales. Di al señor Van-Nuit, holandés, la intendencia de las provisiones, y a Swart, ingeniero de Batavia, la de artillería. Blondel Morrice, excelente marino, fué electo almirante de la escuadra, que consistía en una chalupa, un batel y una pinaza todavía en el arsenal: esto era todo lo que habíanos podido componer de las piezas del navío. Mi priruer contramaestro, llamado Broun, fué ascendido al empleo de mayor-general. Hice capitán de mi primera compañía a Morton, segundo contramaestre, nativo de Bath.
De Hayes, francés, obtuvo la segunda era un hombre activo e inteligente en el arte de la guerra. Puse a Van-Sclelder, natural de la Brille, a la cabeza de la tercera; y a Bose, normando, en la cuarta. Dejéles a todos la elección de sus oficiales subalternos, y se terminó la cosa sin disputa ni resentimiento.
Hicimos en seguida la revista de nuestra gente y contamos trescientos siete hombres, setenta y cnatro mujeres y tres muchachos, todos con buena salud; pues aunque algunos habían desembarcado indis puestos, se habían restablecido en poco tiempo: prueba nada equívoca del saludable aire que respirábamos.
Los dividí en cuatro clases. El scñor Morrice escogió veintiséis de los mejores marineros con los tres galopines para tripular la escuadra. Swart tomó treinta para el servicio de la artillería. De otros doscientos formé cuatro compañías de cincuenta hombres cada una, y el resto quedó a las órdenes del señor VanNuit. Nombramos forrajeadores, y de dos trompetas que había di el uno a Van-Nuit y reservé el otro para mỉ.
Arreglado así todo, hice ver aquella misma tarde
