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uno le daba distinta opinión como puede imaginarse el lector.

Sucesivamente fuí entregando las monedas de plata y cobre, el bolsillo del oro con nueve piezas de las mayores que tenemos y algunas otras pequeñas, o peine, la caja de plata, el pañuelo y el libro de memorias o diario. El sable, pistolas, pólvora y balas fué todo al arsenal de Su Majestad, pero los demás efectos quedaron en mi alojamiento. Y a pesar de la diligencia de los comisarios, pude reservar en otra faltriquera secreta que no me encontraron un par de anteojos, de que me servía alguna vez por tener cansada la vista, un telescopio, y otras varias bagatelas de ninguna importancia para el emperador, y para mí muy necesarias si llegaba a verme algún día en libertad, evitando por este medio que las extraviasen o rompieran.

III

EL AUTOR DIVIERTE AL EMPERADOR, Y LA GRANDEZA DE AMBOS SEXOS, DE UN MODO MUY EXTRAORDINARIO.—DESCRIPCIÓN DE LOS REGOCIJOS PÚBLICOS DE LA CORTE DE LILLIPUT.—CONSIGUE SU LIBERTAD CONDICIONAL.

Quiso un día obsequiarme el emperador con algún espectáculo brillante, en que, a la verdad, exceden aquellos pueblos a todas las naciones que conozco, tanto por su destreza, como por su magnificencia; pero nada me dió tanto gusto como ver una compañía de volatineros lucir su habilidad sobre un hilo bastante delgado que no tenía tres pies cabales de largo.

Allí se dedican solamente a este ejercicio aquellos que aspiran a los primeros empleos y desean ser favoritos de la corte; con estas iniras los acostumbran desde pequeños a tan noble peupación, que está vin-