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primero daré mi vida que mi consentimiento: yo trataré de ponerlos a cubierto desde esta noche.

- Ojalá estuvieran ya t-añadió el buen palafrencro.

-No tardará-le respondí :-llevadlos a tal posada, que ya os sigo para daros las órdenes convenientes.

Y mientras se disponía a obedecerme, les conté lo que pasaba, que no tardaron poco en entender, por carecer la lengua houyhnhnmiana de términos para expresar la compra o venta. El temor de caer en esclavitud babía hecho una fuerte impresión en sus ánimos; pero los consolé diciéndoles que no lo temieran mientras yo viviese. En esto llegó el palafrenero, le puse delante de una silla de manos con ellos, y nos dirigimos a una posada, donde elegí una cuadra en que estuviesen solos con el palafrenero, encargándole no se apartase de su lado hasta la mañana siguiente. Volví a casa sin detenerme, y empleé toda la noche en disponer lo necesario para el viaje. Por la mañana, admirada mi mujer de ver tantos baúles y cajones, me preguntó apresuradamente adónde iba con este equipaje.

Respondile que había determinado pasar por un mes o dos al condado de Northampton que me hiciese el gusto de no preguntar más: y como había emprendido diferentes veces este viaje el verano anterior, no tuvo dificultad en creerine, y yo pude trasladar tranquilamente mi equipaje a la posada, para que no me detuvicsen si me espiaban, y me veían ir del lado del mar; pero todo salió como lo deseaba.

El siguiente día te embarqué con mis dos caballos, después de haber despedido al palafrenero con pretexto de una comisión. Confieso que sentí dejarle, visto el celo con que había desempeñado su obligación; mas yo sabía que no había de querer seguirnos, razón por que no le declaré mi pensamiento.