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gación por la lisonjera esperanza de volver a aquella comarca en que habitaban sus semejantes, pero que sin su compañía renunciaba a la empresa, tanto por las pruebas que me habían dado de su cariño, como por los trabajos que les amenazaban en mi ausencia; y venturosamente hallé en ellos las mismas disposiciones, pues aunque en mi casa no les faltase nada, el deseo de libertad era un motivo muy poderoso.

- Fortaleció mi resolución un negocio domésticc que me descubrió Lmnsrimpnmo, y fué, que entre mi mujer y el palafrenero había inteligencia criminal, siendo la caballeriza el lugar de sus concurrencias.

Por el pronto me alteró la novedad alguna cosa, hasta que después reflexioné que era pensar como un yahou y determiné despreciar la ofensa, de suerte que sólo sirvió para acelerar mi pensamiento, pasando desde luego a casa de varios comerciantes para decirles que tenía dispuesto hacer un viaje a la China `o a otro paraje de las Indias Orientales. Pero me mortificó infinito el ver la frialdad con que lo tomaban todos, porque había corrido la voz de que estaba loco, y por más que hizo mi amigo el señor Simpson, a quien acudí como único yahou con quien mantenía relaciones, no pudo disuadirlos de la sospecha.

Este mal suceso me ocasionó una enfermedad que seguramente me hubiera quitado la vida si no hubiese podido excusar el médico. Verdad es que mandé a mi criado me dispusiese cierta bebida en un cuerno que él había comprado para los caballos; pero al llevármela a la cama, mientras abría la boca se lo dejó caer, y salió diciendo a voces: ahora sí que no me queda duda de la locura de mi amo, y en seguida fué á contar el lance a toda la vecindad yahou.

Así que recobré mis fuerzas, la primera visita fué a mis caballos, que celebraron tanto el verme como yo el oirles el buen trato que les había dado el palafrenero. Nos lamentamos juntos de la desgracia de