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Lmnsrimpnmo, el cual estaba inconsolable. Preguntándoles por qué lo habían tolerado, me respondieron que por no saber cómo se hubiera tomado su resistencia. Inmediatamente llamé al delincuente, le ajusté la cuenta y le mandé salir de mi casa al momento.

Respondió que no lo haría hasta encontrar acomodo ; yo me irrité, él me replicó, y tirándose a mí me agarró por el cuello y dió conmigo en tierra. Pero cren que aun hubiera pasado más adelante la fiesta si no le echa a rodar nii caballo Imnsrimpnmo de una coz con que le saludó, rompiéndole dos costillas. Entonces, sin aguardar a más, tomó la puerta el gran bribón muy pálido, blasfemiando de mí y de mi libertador.

La elección de un nuevo palafrenero me daba tanto cuidado que pensé ejercer sus funciones por mi mismo, si mis dos caballos lo hubieran consentido; mas tuve que recibir otro criado de mi satisfacción, y para evitar todo desorden le hice firmar un contrato. Se portó tan bien por algún tiempo que yo me consideraba el hombre más feliz, viendo que no los estimaba menos que a mí, aunque carecía de esto fino conocimiento de su instinto. Y, por último, era el único yahou de quien me dejaba servir; pues, como miserables criaturas que somos, no podemos ejecutar ciertas cosas sin la ayuda de otro, y aun pasan años y más años tras nuestro nacimiento sin poder servir de nada, cuando los excelentes houyhnhnms apenas salen al mundo tienen todo el uso de sus facultades sin necesitar de nadie: demostración bastante fuerte de sus ventajas.

Mi familia yahou me disgustaba cada día más.

No veía acción en ella que no me arrancase lágrimas, recordándome aquellas conversaciones deliciosas y sublimes de los generosos houyhnhnms.

Había manifestado repetidas veces a mis caballos que sufriría otra vez con gusto las fatigas de la nave-