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de su propia especie en una silla de manos; razón por que siempre me he servido de este género de carruaje, para vengar a los generosos houyhnhnms del ignominioso trato que les dan.

Todos eran motivos de acrecentar su justo aprecio. Un día me encontró un insolente de la familia de mi mujer, y cortándome el paso me reprendió altamente sobre la conducta que observaba con su hermana, como queriendo nombrarla aquella que habia llamado antes mi mujer. Por más que miré a evadirme, todo fué en balde, porque me asió por el brazo y me hizo que le escuchase. Esta acción odiosa me incomodó tanto que temí una congoja; pues desde el regreso de mi último viaje no había hablado con yahou alguno sin que mediase la distancia del largo de mi bastón. Mas por un efecto de mi feliz estrella un vigoroso houghnhnm, que habiendo roto sus indignas prisiones se había ecliado a la calle, pronunciando hnhnms, hnhnms, que en su lengua significa libertad, acudió luego a la defensa: tiró briosamente en el suelo al bribón que me detenía, y mientras hacía inútiles esfuerzos para levantarse, yo, lleno de gozo por tan inesperado socorro y muy agradecido al beneficio, me retiré a casa.

Así que entré fuí a contar la aventura a mis caballos. Sorprendióme la novedad de encontrar a Trtpmismic llorando, y en medio de la confusión que debía causarme un espectáculo como éste, procuré indagar el motivo de su llanto, que no me descubrió hasta pasado un rato. Ya me dijo sollozando y dejando correr sus lágrimas por sus amables mejillas, que un pícaro palafrenero había puesto un cabestro a mi alazán y montado en él para llevarle al agua, en vez de servirsela allí en un caldero que había yo destinado a este fin.

La enormidad del delito me sacó de juicio, especialmente al ver el efecto que había causado en