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XI EL AUTOR ES HERIDO DE UNA FLECHA DISPARADA POR UN SALVAJE.-ARRIBA A NUEVA HOLANDA.-DA EN MANOS DE PORTUGUESES QUE LE CONDUCEN A LISBOA, DE DONDE PASA A INGLATERRA.

Emprendí este desgraciado viaje elde febrero de, a las nueve de la mañana. No me serví por el pronto sino de los remos, aunque el viento era favorable; pero reflexionando que me cansaría y podía mudarse, me aventuré a usar de la vela: así navegué cerca de hora y media favorecido por la marea. Mi amo, con todo el acompañamiento, permanecieron en la playa hasta que me perdieron de vista, y oí muchas veces gritar a mi querido amigo el alazán: hnuy illa nyha majah yahou, esto es: mira bien por ti, gallardo yahou.

Yo no deseaba otra cosa que descubrir alguna pe queña isla donde sólo encontrase lo preciso para mi conservación, figurándome en un establecimiento semejante una suerte mil veces más feliz que la de un primer ministro: tal era el extremado horror que había concebido de volver a Europa y verme obligado a vivir en sociedad con los yahous. En esta dichosa soledad que buscaba, me proponía pasar dulcemente el resto de mi vida envuelto en mi filosofía, gozando de mis pensamientos sin otro objeto que el soberano bien ni más delicia que el testimonio de mi conciencia, exento del contagio de aquellos vicios enormes que los houyhnhnms me habían enseñado a conocer en mi detestable especie.

El lector recordará que se sublevó la tripulación de mi navío, que me aprisionó en mi camarote, que estuve así algunas semanas sin saber qué rumbo llevaba la embarcación, y que últimamente me pusieron en tierra sin declararme en dónde me hallaba.

GULLIVER.