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VIII

FILOSOFÍA Y COSTUMBRES DE LOS HOUYUNHNMSD La relación de mi amo me puso en deseo de examinar personalmente las inclinaciones y modales de los yahous, con cuya idea solía pedirle licencia para ir a verlos, que nunca me negó porque sabía mi aversión a aquellos animales, y así no tenía que el trato y comercio con ellos pudiese contagiarue; sólo sí por evitar algún suceso funesto, mandó que me acompañase siempre un corpulento caballo alazán-tostado, criado suyo muy leal y de un natural muy bueno.

Desde el primer día advertí que mi figura no les causaba demasiada novedad; si alguna desemejanza hallaban era por el vestido, hasta que me vieron el pecho y los brazos desnudos. ¡Qué carcajadas de risa daban y cuánta burla hicieron! Ya entonces se atre vieron a acercarse a mí y, poniéndose en jarras, andaban en dos pies, levantando la cabeza y remedándome en todo lo posible, no con muy buena intención, como se ve en los monos salvajes respecto a los domésticos que miran armados de vestido, medias y sombrero.

Pero solamente un fracaso tuve con ellos, y fué que, viéndome bañar con motivo del excesivo calor una joven yahousa, se arrojó al agua y me abrazó con toda su fuerza. Yo creí que iba a despedazarme entre sus uñas y principić a gritar: acudió el brioso alazán, y la yahousa, tenerosa de sus amenazas, huyó, siendo lo más particular que a pesar del furor que la animaba y la rabia que centelleaba en sus ojos, no me hizo el menor arañazo siquiera. Con todo, no me evitó la vergüenza de oir contar en casa la ridícula aventura, y cómo la celebraba mi amo con la familia. No sé si será del caso advertir que esta yahousa