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tones y voraces en vez de comer pacíficamente su abundante ración, se abalanzan unos a otros, se muerden, se desgarran y cada uno quiero comerlo todo ; de suerte que tenemos que darles de comer aparto y atar a los que han acabado porque no vayan a arrojarse sobre los demás. Si en las inmediaciones muere alguna vaca desgraciadamente o de vejez, en el instante que saben la agradable nueva acuden atropelladamente a cual más pronto llega para apresarla, riñen, se arañan, se despedazan hasta declararse la victoria, y si no se matan es porque no tienen la razón que los yahous de Europa para inventar esas máquinas destructoras ni esas armas ofensivas. Se encuentran en algunos parajes de esta comarca ciertas piedrecillas brillantes de diferentes colores, que nuestros yahous aman al exceso. ¡Qué esfuerzos no hacen para sacarlas de la tierra donde regularmente suelen estar encajadas! Las llevan a sus establos, hacen un montón y las guardan con el mayor cuidado como si fuera un tesoro, procurando que no lo vean sus camaradas; sin que hayamos podido indagar de qué proviene esta violenta inclinación, ni para qué puedan serles útiles. Pero ahora advierto ser efecto de esa misma ava-ricia vuestra que me habéis pintado, porque una vez habiéndole quitado a uno su amado tesoro, cuando fué & buscarlo y se halló sin el objeto de su pasión, prorrumpió en espantosos aullidos, se puso furioso, se desmayó, quedó macilento, no comía, no dormía ni podía trabajar hasta que di orden a uno de mis criados de que lo volviese al sitio de donde lo había sacado. Entonces recobró su espíritu y buen humor el yahou, y no se olvidó de esconder su depósito en otro lugar.

Sucede frecuentemente que estando algún yahou ocupado en sacar una piedrecilla de éstas llega otro a disputársela, y mientras riñen se la lleva un ter= cero y decide el pleito. En vuestro país, por lo que