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tro país un cuerpo seco, flaco, descarnado, débil, en fermo, se ha hecho una insignia de nobleza, tanto que no influye el mejor concepto el ver un joven de un espírito algo culto, justo y recto, sin nada de caprichoso, afeminado, brutal, fantástico, libre y necio.

VII

PARALELO DE LOS «YAHOUS Y LOS HOMBRES El lector se habrá escandalizado acaso de la fiel pintura de la especie humana que emprendí desde luego, hablando con un animal orgulloso que había concebido ya una opinión bastante mala de todos los yahous; mas confieso que el carácter de los houyhnhnms y excelentes cualidades de aquellos virtuosos cuadrúpedos habían causado tanta impresión en mi ánimo, que no podían entrar en el cotejo de unos y otros sin despreciar a mis semejantes, y este desprecio fué el que me obligó a tratarlos como indignos de todo respeto o simulación. Por otra parte, mi amo, que con su perspicacia natural advertía cada día en mi nuevos defectos que yo jamás había conocido, o cuando más había mirado como leves imperfecciones, me había inspirado en juiciosas censuras tal espíritu de crítica y aversión a nuestra sociedad, que en vista de su amor a la verdad no pude menos de detestar la mentira evitando todo disfraz en mis relatos.

Todavía daré otra prueba de mi sinceridad, y es que al año de estar en compañía de los houyhnhnms era tanta la estimación, respeto y veneración que les profesaba, que estuve resuelto a quedarme entre ellos y concluir mis días en aquella dichosa comarca adonde el Cielo me había llevado para enseñarme a cultivar la virtud. ¡Ojalá mi resolución hubiera sido más firme! pero la suerte que siempre me ha perseguido no quiso que gozase de su felicidad. Como quiera que sea, ahora que estoy en Inglaterra, me alegro