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ninguno de sus yahous, aunque no les igualase en fuerza y agilidad que esto provenfa sin duda de mi diferente modo de vida, y que además gozaba el don de la palabra con algunos principios de razón que descubría, y podrían perfeccionarse con el tiempo y su trato.

A propósito mo hizo la reflexión de que entre ellos no eran tan bien formados los houyhnhnms blancos y alazanes obscuros como los bayos, los tordillos y los negros, ni aquéllos sacaban el mismo talento y disposiciones que éstos, por cuya razón permanecían siempre en el estado de servidumbre que les correspondía, sin poder aspirar jamás al de amos, porque se miraría en el país como una cosa enorme y monstruosa.

-Es preciso-añadió mantenerse en aquella claso que la Naturaleza destinó; lo contrario sería ofenderla o rebelarse contra ella. Pero vos creo que habéis nacido el mismo que sois, pues hubisteis del Cielo vuestra nobleza, esto es, vuestro talento y buena índole.

Di a Su Honor las más rendidas gracias por cl alto concepto con que me favorecía, y al mismo tiempo le aseguré con ingenuidad que mi nacimiento era muy humilde, sin otro lustre que el de unos padres honrados, celosos de mi educación.

-Nuestra nobleza-le dije-no es lo que habéis imaginado desde niños, acostumbrados a la ociosidad y al lujo, luego que la edad lo consiente, se abandonan a la disolución, contraen enfermedades odiosas, consumen toda su hacienda, y cuando se ven ya arruinados suelen casarse con una mujer plebeyacontrahecha y enferma, con tal que sea rica; ya veis qué puede producir una unión semejante si no es hijos imperfectos, raquíticos, escrofulosos y deformes, que si la prudente madre no lo previene, sigue a veces hasta la tercera generación. De aquí es que en nues-