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ción. A buena fe que no hubiera dejado de decir con Ovidio: - Os homini sublime dedit...

Pero por no incurrir en sandeces no dije nada absolutamente, quedándome con las ganas de hacerle ver que en estos pies delanteros, de que él hacía tan poco aprecio, consiste toda la fuerza y poder de la naturaleza humana que estos diez miembrecitos en que terminan bastan para sujetar a todos los animales y poner en ejecución cuanto la imaginación ofrece; y que, conducidos con un poco de inteligencia, son el terror del mundo entero. Hubiera fabricado fácilmente unas espuelas de hueso y una brida de piel de vaca, y habiendo montado en cualquier houyhnhnm le hubiera demostrado lo que es un yahou que posee un poco de razón y conoce el uso de sus dedos.

¡Cómo me había de propasar a tal exceso! No respondí otra cosa sino que estaba pronto a satisfacer todos los particulares que interesaban su curiosidad, aunque dudaba mucho poder conseguirlo en unas materias de que Su Honor no podía tener la menor idea, por no haber en aquel país semejanza siquiera; que sin embargo procuraría cumplir por mi parte, valiéndome de parábolas y metáforas, suplicándole primero me disculpase si acaso no me servía de los términos propios.

Dije, pues, que había nacido de padres honrados en una isla que se llamaba Inglaterra, tan distante como que el más robusto houyhnhnm apenas podría hacer este viaje en toda la carrera anual del sol: que había ejercido en mis principios la cirugía, esto es, el arte de curar las heridas: que mi país estaba gobernado por una yahou que llamábamos la reina.

Que yo le había abandonado por mirar a adquirir riquezas, para proporcionar a mi regreso mayores comodidades a mi familia; habiendo logrado en el úl-