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andar por su debilidad y delicadeza, y que aquella cosa con que los cubría a veces, no era tampoco tan dura y fuerte como la cubierta de los traseros; y en suma que no marchaba con seguridad, porque en deslizándose cualquiera de ellos era preciso que diese en el suelo. Por este estilo fué censurando toda mi figura el aplastamiento de mi cara, la preeminencia de la nariz, la dirección de mis ojos al frente, de modo que no podía mirar a los costados sin volver la cara, la imposibilidad de comer sin el auxilio de los pies delanteros, y que sin duda para suplir el defecto me había puesto la Naturaleza en ellos tantas coyunturitas. Que no concebía para qué pudiesen servirme todos aquellos miembrecitos separados al extremo de los pies traseros, demasiado débiles para resistir las piedras y el monte, por cuya razón tenía que cubrirlos con piel de alguna otra bestia. Que mi cuerpo sin pelo estaba expuesto a la intemperie, y me veía precisado & cubrirle del ajeno diariamente, esto es, a vestirme y desnudarme, que a su entender era lo más fastidioso y cansado que podía imaginarse. Y, por último, que tenía observado un natural horror en todos los animales de su país a los yahous, tanto que huían de ellos; y dado caso que en el nuestro hubiésemos recibido de la Naturaleza esta prerrogativa de la razón, no sabía cómo pudiésemos curar con toda ella una antipatía semejante, ni exigir servicio alguno.

- ---Pero no quiero llevar más adelante este punto -añadió; os perdono cuantas respuestas pudierais darme, y sólo os ruego tengáis la bondad de contarme vuestros sucesos y describirme el país donde habéis nacido.

Si el respeto y la modestia me hubiesen permitido contradecir a mi amo, era esta la ocasión de haber soltado las riendas a la presunción humana sobre la excelencia propia, y hermosura de nuestra configura-