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tienen otra ocupación que viajar, correr y tirar de carros triunfales, muy cuidados y estimados mientras son jóvenes y se mantienen sanos; pero en principiando a envejecerse o enfermar de los pies, son desechados y vendidos a yahous, que los dedican a trabajos penosos, duros, bajos y vergonzosos hasta que mueren. Entonces los desuellan para aprovechar la piel, y los abandonan a las aves de rapiña, perros, lobos y otros animales que los devoran. Tal es en mi país la suerte de los más bellos y nobles houyhnhnms.

No son tan felices en su juventud los que caen en manos de labradores, carreteros, caleseros y otras gentes semejantes, que les hacen trabajar mucho más sin estar tan bien mantenidos.

Y en seguida describí a Su Honor nuestro modo de caminar a caballo con todo el equipaje de un caballero, explicándole, como pude, la brida, la silla, las espuelas, el látigo, los arneses de los caballos de tiro, ya fuesen destinados a un coche o a un carro; y terminé mi relación con la costumbre de clavarles en el asiento de los pies una plancha de cierta substancia muy dura que llamamos hierro, con el fin de conservarles el casco y evitar que se rompiese en los caminos pedregosos.

Indignado ya del modo brutal con que tratábamos a nuestros houyhnhnms, me manifestó que estaba absorto de que tuviésemos la avilantez y atrevimiento de montar en ellos que si el más valiente de sus yahous se tomara tanta libertad con el más ínfimo houyhnhnm de sus criados, sería inmediatamente arrastrado por el suelo, pisado y despachurrado. A esto le repliqué que ordinariamente los domábamos y adiestrábamos en la edad de tres a cuatro años, y que si alguno resultaba indócil, rebelde y falso, le aplicábamos a tirar de los carros y a labrar las tierras á fuerza de golpes. Que los machos destinados para la silla o tiro de un coche eran por lo regular castrados, a fin