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pobre inglés que he tenido la desgracia de encallar en estas costas, y os ruego, si sois perfectos caballos, me permitáis montar sobre cualquiera de vosotros para poder buscar alguna aldea o casa donde recogerme, admitiendo en recompensa este cuchillito y este brazalete.

-Los dos animales estaban atentos a mi discurso, y cuando acabé principiaron a relinchar alternativamente vuelto el uno hacia el otro. Entonces conoci claramente que sus relinchos eran significativos, y encerraban vocablos de que quizá pudiera componerse muy bien un abecedario tan fácil como el de los chinos.

Repitieron frecuentemente la palabra yahou, cuyo sonido distinguí, aunque no pude encontrar la significación por más que lo procuré mientras estaban en su conferencia. Concluída ésta, proferí en alta voz yahou, yahou, tratando de imitarlos, cosa que les pasmó extraordinariamente, no obstante que notaban imperfección, porque el tordillo volvió a repetirla dos veces como para enseñarme a pronunciarla bien. Tomé la lección acomodándome en lo posible a su modo, y creo que, aunque distante de la perfección, no dejé de hacer algún progreso. El otro caballo, que era bayo, quiso a mi entender enseñarme otro vocablo mucho más difícil, que, reducido a la ortografía inglesa, puede expresarse así: houyhnhnm. No aproveché tanto ni tan rápidamente en esta segunda lección pero, después de varios ensayos, la aprendí aún mejor, de suerte que, a lo que juzgo, ellos quedaron satisfechos de mi talento.

Volvieron a conversar otro poco (sin duda acerca de esto), y con la misma ceremonia que se habían reunido se despidieron. El bayo me hizo seña de que marchase delante de él, como ejecuté, pareciéndome conveniente obedecer mientras encontraba otra compañía mejor; mas, viendo que caminaba poco, me re-