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de numerar multiplicando por diez es muy acomodado al genio de aquellos naturales.

Elde mayo defué la ceremonia, y en seguida di el último adiós a los amigos que tenía en su corte, y emprendí mi marcha acompañado de un destacamento do guardias que me destinó Su Majestad hasta el puerto de Glanguenstald, situado al Sudoeste de la isla. Al cabo de seis días encontré la proporción de un navío que me transportase al Japón, y a los cincuenta de navegación desembarcamos en un pequeño puerto llamado Xamoski al Sudeste de aquel Estado.

-Presenté inmediatamente a los oficiales de la aduana la carta que el rey de Luggnagg se había dignado confiarme para Su Majestad Japonesa; y viendo el sello, que ostentaba un príncipe sosteniendo a un pobre lisiado y ayudándole a andar, le conocieron al instante.

Los magistrados de la ciudad tan pronto como supieron que era yo el portador del augusto pliego, tratándome de Ministro me dieron coche para pasar a Yedo, capital del Imperio, donde conseguí audiencia de Su Majestad Imperial y el honor de presentarle mi carta, que se abrió en público con grandes ceremonias. El emperador mandó a su intérprete que se la explicase, haciéndoine saber mmediatamente por el mismo dijese qué gracia pedia, en la seguridad de que me la concedería al momento por los respetos de su muy amado hermano el rey de Iuggnagg.

Este intérprete, cuya ordinaria ocupación era en los negocios de comercio con los holandeses, conoció desde luego en mi aire que era europeo, y por esta razón me dió en holandés la respuesta de Su Majestad, a la que contesté diciendo que era un comerciante de Holanda que había naufragado en unos mares distantes, de donde había venido a Luggnagg cansado de andar por mar y tierra con intención do pasar al Im-