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más íntimamente con elios; sin dejar por esto de tra tar con algunos mortales de mérito, cuya muerte me acostumbraría a mirar sin pena ni sobresalto, porque su posteridad me consolaría de su falta, y aun podría ser para mí un espectáculo bastante agradable, al modo que un jardinero se deleita en ver los tulipanes y claveles de su jardín nacer, marchitarse y renacer.

Nos comunicaríamos mutuamente entre nosotros mismos cuantas observaciones y reparos hubiésemos hecho sobre la causa y progreso de la corrupción del género humano; y compondríamos un bello tratadode moral, lleno de lecciones útiles y capaces de detener la degeneración de la naturaleza humana, que se advierte cada día mayor, y que la están echando en cara de dos mil años a esta parte.¡Qué espectáculo tan noble y embelesador como el ver por sus propios ojos las decadencias y revoluciones de los imperios! ¡La faz de la tierra renovada las soberbias ciudades transformadas en viles aldeas, o tristemente sepultadas debajo de sus vergonzusas ruinas: las poblaciones obscuras convertidas en cortes de los reyes: los ríos célebres reducidos a pequeños arroyos; el Océano bañando otras riberas; nuevas comarcas descubiertas; un mundo desconocido saliendo, por decirlo así, del caos. La barbarie y la ignorancia apoderadas de las naciones más cultas e ilustradas. La imaginación apagando al juicio, y el juicio helando a la imaginación; el gusto de los sistemas, de las paradojas, de la pomposidad, del i chiste, de las antítesis sofocando a la razón y al buen gusto. La verdad oprimida en un tiempo, triunfante en otro; los perseguidores perseguidos, y los perseguidos transformados en perseguidores por su turno.

Los soberbios abatidos, y los humildes elevados; esclavos, manumisos y mercenarios ascendidos a una fortuna inmensa, colmados de riquezas exorbitantes por el manejo de los fondos públicos, por las desdi-