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hubiese de vivir eternamente, y que, pues así lo querían, iba desde luego a desplegar las velas de mi imaginación en el asunto.

Dije, pues, que si hubiera gozado la preeminencia de nacer struldbrugg, en el instante que hubiera podido conocer mi fortuna y saber la diferencia que hay entre la vida y la muerte, hubiera puesto todo Di empeño en hacerme rico y que a fuerza de intrigante, fácil y condescendiente hubiera podido esperar verme bien acomodado al cabo do doscientos años.

Que, en segundo lugar, me hubiera aplicado tan seriamente al estudio desde mis primeros años, que pudicra lisonjearmne de llegar a ser algún día el hombre más sabio del Universo; hubiera notado con cuidado todos los grandes sucesos; hubiera observado atentamente todos los príncipes y ministros de Estado que se sucedían unos a otros, y hubiera tenido el gusto de cotejar sus caracteres, haciendo sobre este punto las mejores reflexiones. Hubiera formado una memoria fiel y exacta de todas las revoluciones de la moda y del lenguaje, de las mutaciones ocurridas en las costumbres, en las leyes, en los usos, y aun en los placcres nismos; de suerte que por mi estudio y observaciones hubiera llegado a ser finalmente un almacén de antigüedades, un registro vivo, un tesoro de conocimientos, un diccionario parlante, y el oráculo perpetuo de mis compatriotas y de todos mis contemporáneos.

En este estado no me casaría jamás, añadí; haría una vida de muchacho alegre y libremente, pero con economía, porque, habiendo de vivir siempre, tuviese siempre de qué vivir. Me dedicaría a formar el espíritu de algunos jóvenes, dándoles parte de mis conocimientos y larga experiencia. Mis intimos amigos, mis compañeros y confidentes serían mis ilustres hermanos los struldbruggs, entre los cuales escogería una docena de los más antiguos para estrecharme