Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/16

Esta página no ha sido corregida
— 15 —

tigo de que moría de hambre, pues hacía mucho tiempo que no comía. A la verdad, mi apetito apretaba tanto, que no pude menos de manifestar mi impaciencia (acaso contra las reglas de buena crianza) llevando el dedo muy a menudo hacia la boca para significar que tenía necesidad de alimento. El Hurgo (que, según supe después, es el nombre que ellos dan a un personaje) me entendió perfectamente. Bajó del tablado, y prontamente dió orden de que rodeasen mi cuerpo de escaleras, y subiesen por ellas más de cien hombres cargados de canastos de vianda, los cuales se dirigieron a mi boca. Había carnes de diferentes animales que mi paladar no distinguía. También había perniles, y costillas como de carnero, todo muy bien sazonado, pero eran más pequeñas que alones de alondra. Dos o tres, con seis paues, pasaron de un bocado. Los sirvientes estaban tan aturdidos de mi talla como de mi prodigioso apetito. Hice seña de que necesitaba beber, y, juzgando por lo que había devorado, se hicieron cargo de que no me bastaría una moderada porción de bebida; ésta fué la ocasión en que quisieron hacer ostentación de su bizarría: era pueblo de bríos, y con mucho desembarazo levantaron un barril de vino de los mayores que tenían y le llevaron rodando hasta el alcance de mi mano, donde le abrieron. Bebímelo de un trago con gran delicia; lleváronme otro, también lo escurrí; por último, fué preciso hacer seña de que aun necesitaba más barriles.

Habiéndome visto hacer todas estas proezas, prorrumpieron en una algazara festiva, y principiaron a bailar repitiendo muchas veces, como antes habían hecho, Hekinad Degul. Siguió la aclamación universal con las palabras Peplom Selam, y acercándose una multitud de ellos por el lado izquierdo, aflojaron los cordeles hasta cierto punto que, permitiéndome el alivio de volverme para desbeber, conseguí desem-