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i jamás me vi en más triste compañía, precisado a tratar únicamente con las mujeres (buena conversación para un filósofo marino), los artesanos, los monitores y otras gentes de esta clase, que contribuía no poco a que me mirasen con mayor desprecio, sin poder remediarlo, porque los demás no me hablaban nunca, luego con quién había de tratar?

Residía en la corte un personaje favorito del rey que por sola esta razón era respetado, pues no tenía . oído para la música ni sabía echar el compás, sobre no haber podido aprender en su vida los rudimentos más fáciles de las matemáticas, según decían, y en concepto de todos pasaba por un ignorante y demasíado estúpido, aunque no le negaban su integridad y honradez. Este señor era el único que, dándome mil muestras de su bondad, me dispensaba el honor de visitare a menudo, manifestando siempre sus deseos de informarse de los negocios de Europa, como de los usos, costurabres, leyes y ciencias de las naciones diferentes con quienes había habitado. Me escuchaba con interés, y después hacía bellísimas reflexiones sobre cuanto le había referido. Dos monitores le acompañaban por ceremonia, pues sólo le servían en visitas de esta clase o cuando se presentaba en la corte, y en nuestras conferencias les daba orden de retirarse.

€ Por su intercesión con el rey, pude lograr la licencia para mi partida, cuyo oficio me declaró que había practicado contra su gusto y me hizo mil ofrecimientos ventajosos, que no admití sin faltar a las muestras de agradecimiento.

El diez y seis de febrero, al despedirme de Su Majestad, me regaló con esplendidez, y mi protector ne presentó un diamante con una carta de recomendación para cierto caballero amigo suyo que vivía en Lagado, capital de los Balnibarbas. Hallábase a la ocasión la isla suspendida sobre una montaña, y con GULLIVER.