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quitan el sueño y los privan de toda suerte de placeres, por cuya causa luego que se ven por la mañana se preguntan unos a otros qué noticias tienen del sol, cómo se halla, en qué disposición se puso y volvió a salir, etc.

- Las mujeres de esta isla son muy vivas, desprecian a sus maridos y gustan mucho de los forasteros, de que hay siempre un gran número que sigue a la corte, y entre los cuales eligen sus galanes las damas de calidad; pero lo más odioso es que abusen impunemente de la distracción de sus maridos en su propia presencia, pues, embelesados continuamente en sus especulaciones geométricas, ni ven ni oyen, a menos que esté allí el monitor con sus vejigas.

Madres e hijas todas viven con suma desazón por verso aisladas en un lugar determinado, aunque el más delicioso del mundo, y ellas colmadas de riquezas y ostentación. No contentas con poder correr libremente la isla entera, se consumen de ansia por visitar el orbe todo, y pasar a la capital, lo cual les está prohibido sin permiso especial del rey, y no es fácil de lograr porque los maridos experimentan mayor dificultad en hacerlas volver. Allí oí contar que una señora principal de la corte, casada con el primer ministro, gallardo joven que la amaba ciegamente, había pasado a Lagado con el pretexto de restaurar su salud, y habiendo desaparecido fueron a buscarla de orden del rey, y al cabo de bastantes meses la encontraron en el más lastimoso estado metida en una pocilga, desnuda enteramente por mantener a un lacayo viejo y horroroso que la apalea ba diariamente. Sacáronla de aquella miseria, a pesar de la resistencia que opuso, para llevarla a su casa, donde la recibió su esposo con mucho agrado y dulzura, sin hacerle la más pequeña reconvención acerca de su conducta; pero a pocos días desapareció otra