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menos de romper en tan destemplados gritos, que, atemorizados, huyeron todos aquellos animalillos y aun hubo algunos, según supe después, que recibieron golpe mortal por haberse arrojado precipitadamente de mi cuerpo al suelo. Pero no tardaron en volver, y uno de ellos, que tuvo la bizarría de acercarse tanto que pudo descubrir bien todas las facciones de mi rostro, levantando las manos y los ojos por una especie de admiración, exclamó en una voz áspera, pero inteligible Hekinad Degul. Los demás repitieron varias veces las mismas palabras, aunque entonces no comprendí el sentido. Mi sorpresa crecía por momentos; en fin, continuando mis esfuerzos, tuve la fortuna de romper las ligaduras del brazo derecho que estaban sujetas a una estaca, la cual no había visto hasta que cedieron algo las prisiones. Fuí a hacer lo mismo con las del pelo; pero sentí un dolor tan fuerte al tiempo de tirar, que solamente conseguí dejar en movimiento libre la cabeza, porque aflojaron los cordeles (cordeles más finos que los mismos cabellos). Apenas lo advirtieron, emprendieron la fuga lanzando destemplados chillidos. Cesó el rumor, y oyendo que uno de ellos daba las voces: Tolgo Phonac, sentí al mismo tiempo herida la mano izquierda de más de cien flechas que me punzaban como si fuesen otras tantas agujas sucesivamente hicieron otra descarga al aire, al modo de nucius bombas en Europa, y yo creo que algunas de ellas cafan parabólicamente sobre mi cuerpo, aunque no las distinguía, y otras me daban en la cara, que procuré tapar con la mano derecha. Pasó esta granizada, y yo volví a probar de levantarme; entonces me hicieron otra descarga mayor que la primera, y algunos miraban a herirme con lanzas, lo cual no pudieron conseguirlo gracias a mi chupa de ante que era impenetrable. Comprendí que lo más acertado era estarme quieto, sin mudar de postura hasta la noche,