Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/119

Esta página no ha sido corregida
— 118 —

cha obligación que impuso al paje para que me cuidase y las lágrimas que derramó, como si tuviera algún presentimiento de lo que había de suceder. Tomó el paje mi cajón, y llevándome cerca de media legua de distancia del palacio, hacia unas rocas que guarnecían la ribera, le mandé que me pusiese en el suelo, y, levantando el bastidor de una ventana, me puse a mirar el mar con suma tristeza. El sueño me vencía, y habiéndoselo manifestado con la esperanza de que me aliviaría, cerró bien la ventana para que el frío no me incomodase, y me quedé dormido al instante. Todo lo que puedo conjeturar es que mientras dormía, creyendo el buen paje que no había riesgo, trepó por las rocas a buscar huevos de pájaro, que antes le había visto ya recoger. Sea como fuese, yo desperté repentinamente por un violento movimiento de mi cajón, levantado en alto y sucesivamento conducido adelante con una velocidad prodigiosa.

El primer impulso rue echó casi fuera de las angarillas pero siguió un movimiento bastante suave que me repuso. Principié a gritar con toda mi fuerza, aunque inútilmente. Miré al través de la ventana, no vi más que nubes, y oyendo un ruido espantoso encima de mí, como si fuera el movimiento de unas enormes alas, vine ya on conocimiento de mi peligrosa situación, sospechando que alguna águila hubiese agarrado en su pico la cuerda del cajón, para dejarle caer sobre cualquier peña, como un galápago en su caparazón, y extraer luego mi cuerpo para devorarle : pues la sagacidad y olfato de este pájaro le descubren la presa a la mayor distancia, aunque esté más ocutta que yo podía hallarme entre unas tablas que apenas tenían dos pulgadas de grueso.

Al cabo de un rato, noté que el ruido y movimiento de las alas se aurnentaba mucho y que mi cajón fluctuaba por el aire al modo de un gallardete agitado por la fuerza del viento. Oí unos terribles golpes que