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sigue nota (1) de páj. 39, dia 11 de enero de 1784

    cripcion característica de ellos, pero sin comprender su naturaleza i oríjen: los considera como derrumbes. Su contemporáneo Moraleda los llama con bastante propiedad raudales de nieve. Solo el famoso navegante Antonio de Vea (1675) poseia un conocimiento mas exacto de ellos i los menciona bajo su nombre verdadero [n 1].

    No es este el lugar para entrar en una disertacion sobre los ventisqueros, que hacen un papel tan importante en la orografía de toda la gran península austral. Nos proponemos abordarla en la continuacion de nuestro trabajo sobre ella, que hemos emprendido precisamente con el objeto de ilustrar los viajes de Menendez en lo relativo a esta ciencia. Nos limitamos aquí a considerar los ventisqueros solo como fenómeno local con relacion al paso que atraviesa el cordon de que bajan.

    Menendez describe de un modo bastante claro i con colorido animado las dificultades que se presentan para ganar acceso al paso por entre los dos ventisqueros que obstruyen el camino a cada lado. La estructura orográfica de los pasos de alta-cordillera esplica estos obstáculos i enseña tambien la direccion que el viajero debe tomar para evitarlos.

    El macizo nevado de un alto cordon envia, por regla jeneral, al macizo siguiente un eslabon que cierra el fondo del valle i forma la cumbre del paso. Junto al pié de éste desciende de uno de los macizos por una quebrada profunda un torrente que arrastra las aguas de la nieve derretida; a veces como en el caso que nos ocupa, baja allí mismo otro torrente de la falda del otro macizo. En las latitudes avanzadas hácia el Sur, estos torrentes asumen la forma de ventisqueros. El viajero, que siguiendo el valle i rio, quisiera subir por la orilla del torrente o ventisquero, se perderia. Parece que esto sucedió, segun la relacion de Menendez, al Padre jesuita Sejismundo Guell en el ventisquero del rio Peulla, porque no alcanzó a llegar a Nahuelhuapi. Menendez dice mui bien que hai que huir o dejar a un lado el ventisquero precisamente en el punto en que toca el suelo del valle; desde aquí se debe enfrentar i escalar de una vez la falda de la cumbre que une los dos macizos. El ventisquero debe quedar a aquella mano del viajero, a que se halla el macizo.

    En nuestro caso el problema era complicado, porque el paso se halla en la depresion de dos macizos mui altos (el cerro mui elevado al Sur i el cerro mas elevado al Norte), que envian cada uno un ventisquero con frentes opuestas al fondo del mismo valle, una conformacion que es poco frecuente segun parece. Debida a ésta, Menendez tenia que barajar primero el ventisquero que viene del macizo segundo i en seguida el del primero, dirijiéndose entre ellos en línea de zig-zag al pié de la cuesta. Puede ser que la barranca que subió haya sido la moraina terminal del último ventisquero, sirviéndole ésta para rodearlo.


  1. Anuario Hidrográfico, 1886, p. 567.